Cuando ensordece el murmullo provocado por el motor que da luz al campamento, las estrellas del mágico cielo que protege El Prior tienen que compartir luminosidad con otras muy pequeñas que descansan en las cabañas.

De allí podría contar miles de anécdotas, podría pararme a explicaros la cantidad de actividades que hacemos ( tiro con arco, ganadería , equitación, teatros, bailes, pulseras, manualidades...etc). Pero realmente allí aprendí que las lagrimas pueden salir por muchos motivos.

Como es normal, pues aún siendo adulto sigue pasando, la añoranza a una madre suele provocar las primeras noches algún que otro llanto entre los pequeños más sensibles. Cuál es mi sorpresa, que aquel que me mantuvo sentado al filo de su cama haciéndole ver que en unos días vería a mamá de nuevo, ahora me tiene agarrado del brazo llorando desconsolado porque no quiere volver a casa. Durante unos días ha aprendido a convivir con los demás, ha hecho amistades fugaces que nunca olvidará, y sabe que cuando cerremos la ultima cancela el día que todo se acaba, tendrá que esperar un año más para volver a ver a ese amigo que durante 7 días ha sido su pequeña familia.

En El Prior jugamos, nos divertimos, nos reímos muchísimo, pero de allí destacaría sin lugar a dudas los valores humanos que se transmiten desde el primer sorbo del colacao del desayuno, hasta el buenas noches de antes de irse a dormir.

Si conocéis El Prior, sabéis bien de lo que os hablo, y si aún no habéis ido, no os quedéis solo con lo que os escribo.

 

Jesuli Camacho (Monitor de El Prior)